«OLEBY»
La fuerza de arrastre de la pintura es enorme y por si hiciera falta alguna prueba está el ejemplo de Christer Oleby, quién inspirado quizás en Paul Gauguin y su renuncia a la carrera de banquero, encontró tiempo y lugar en su profesión de empresario para dedicarse a pintar. Esta vuelta de tuerca tiene por lo demás sus antecedentes en la alegría y la pasión por la vida y sus celebraciones de Oleby, quien antes de entregarse a la pintura vino a España y se convirtió en un gran aficionado a los toros y obviamente al flamenco y en un visitante asiduo del Museo del Prado. Y además en un aficionado del arte y de su coleccionismo.
Como pintor Oleby ha sabido apartarse sin embargo de los tópicos que empobrecen la iconografía taurina, al igual que las tentaciones del paisajismo y del color local, para encontrarse con la “tradición del Norte”. O sea con la pintura abstracta, sobre todo con esa vertiente lírica de la misma que se complace en la elaboración de sutiles atmósferas colorísticas.
[Extracto del texto de presentación de la ex galerista MERCEDES BUADES, Medalla de Oro de las Bellas Artes 2002, para el catálogo de la exposición de OLEBY, “Luces y Sombras”, celebrada en la Galería FAUNA’S, Madrid, 2002].
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“El color. Christer Oleby”
Hay algunas personas, artistas, que incluso antes de llevar en sus manos (o en sus pinceles) la pintura al lienzo la llevan en su corazón. Cuando ya está completamente inflamado de vida necesitan plasmarlo para mostrarles a los demás en que consiste esa especie de ensoñación.
Viendo el curioso recurrido personal de Christer Oleby tengo la sensación de que el suyo es uno de estos casos. Nacido en Estocolmo (Suecia), sus estudios se centraron en el mundo de las finanzas y el marketing, de hecho eso será lo que lo haga recalar en su actual ciudad, Pamplona.
Una vez se encuentra con el país se siente atraído por su modo de vida, sus tradiciones-es todo un experto en tauromaquia- y, por supuesto, su luz, tan distinta de la de su país natal. En ningún momento olvida su “otra” pasión, La pintura. Conoce artistas, colecciona obra, pero sobre todo: ve, mira atentamente a su alrededor y a la historia y va dejando que todo eso cuaje en su interior.
Ahora ya se ha enfrentado al lienzo y el resultado es lo que encontramos en esta muestra. En sus cuadros podemos ver cómo nos habla de historia de la pintura -como en sus “Nenúfares”, homenaje a Monet-, de sus orígenes -“Skâne” o “Sönderstrand”- de lugares a lo largo de todo el mundo -“El lago Victoria” o “Kalahari”- pero sobre todo nos encontramos con su pintura y su especial sensibilidad con el uso de color.
Obras que nos transmiten una especial alegría, quizá debido a su libertad de composición y color, de la que nos sentimos contagiados. El artista controla todos y cada uno de los elementos que sitúa en el cuadro precisamente dejándolo vibrar y fluir, como si no estuviera. Las luces, las sombras y las texturas son las principales protagonistas de sus obras, independientemente de cuál sea el título.
La fusión del Norte y el Sur suele siempre producir trabajos interesantes, al menos en este caso lo es. Abstracción, luz y calor; sin lugar a dudas, podríamos buscar antecedentes a sus obras y razones a su pintura, pero preferimos quedarnos con ellas y con lo que nos trasmiten.
(Galería FAUNA’S. Montalbán, 11, Madrid. Enero-febrero 2002)
LETICIA MARTÍN RUIZ, EL PUNTO DE LAS ARTES nº 641, 25-31 Enero 2002
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“El pintor Christer Oleby muestra en la galería Pintzel sus paisajes abstractos”
El artista sueco, afincado en Pamplona desde hace 25 años, ofrece en sus obras, marcados por la luz y el color, un viaje pictórico lleno de sugerencias
El nuevo espacio de la galería Pintzel se ha llenado de color con los paisajes abstractos de Christer Oleby. El pintor, nacido en Estocolmo, expone por primera vez en la capital navarra en una sorprendente exposición, bajo el titulo de Ventanas – marcada por la fuerza e intensidad de colores -, casi eléctricos, que utiliza.
Todo el trabajo de Oleby es abstracción, forma y color, sin más contenido ni más intención aparente que el disfrute de la pintura por la pintura. Pero detrás de esas manchas se esconden, desdibujados, lugares significativos para el pintor, ciudades en las que ha vivido o países lejanos que ha conocido.
Christer Oleby comenzó a pintar después de haber sido un gran conocedor de la historia de la pintura, sobre todo de las vanguardias. Su afán de experimentación le llevó pronto a decantarse por la abstracción. Una abstracción sugerente con guiños a la historia del arte como ese Homenaje a Rothko y con referencias a la naturaleza y el paisaje. Así, en algunos cuadros evoca los campos de Irlanda, el Lago Victoria, el Kalahari o los corales de las Islas Seychelles y en otros reproduce los colores de los
bares irlandeses o los bosques de su Suecia natal. No obstante, siempre la pintura manda por encima
de esa vinculación a la realidad y se impone, lejos de cualquier ley racional o geometría, en forma de
manchas hasta distorsionar lo que en origen es un paisaje real. El propio autor reconoce que “mi pintura no es para entenderla sino para sentirla. Con ella quiero transmitir sensaciones y despertar inquietudes”.
En este sentido asegura que se decantó por la abstracción sabiendo que era “más arriesgada” porque “en esta tendencia es más fácil – a su juicio – la experimentación, el tratar de buscar nuevos caminos desde los que desarrollar una línea más personal”.
En su trabajo es esencial la luz y el color, la intensidad y la alegría. En definitiva, lo que Oleby plantea con esta exposición es un viaje interno por su pintura, una invitación para desde ese universo pictórico poder conocer los lugares que evocaron los cuadros. Algo así como viajar desde el arte a través de las sensaciones que se esconden dentro de su pintura. Una ventana desde la que conocer.
ALICIA EZKER, Pamplona, Diario de Noticias, 15 de Octubre de 2003
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«La pintura de Oleby»
[Oleby, “Tres décadas en Navarra”, Galería uno2tres, Pamplona, 2006].
Me levanto por la mañana / Tengo la cabeza llena de ideas / Que me están volviendo loco /
He hecho lo mejor que he podido / Pero todas las personas quieren que seas como ellas /
Aunque sonríen mientras tú te esclavizas / No, hoy dejaré de trabajar en el almacén de Maggi
Bob Dylan, 1965 (1)
Contemplando los cuadros de Christer Oleby, como lo es “Sönderstrand”, lo imagino pintando en su taller con la mirada escudriñando cada espacio del cuadro, tratando de descifrar los paradigmas estéticos de los trazos apenas realizados, sopesando los posibles caminos a seguir, pensando en tantas cosas y en nada… Y luego el momento de la decisión; aplicar el amarillo en un amplia superficie o tan sólo marcar unas líneas con el rojo u optar por el verde para atenuar el azul recién puesto. ¿Qué hacer?. No existe una respuesta del consciente porque no hay una modelo, una fotografía, un árbol, un paisaje o una mesa con su taza y su frutero que se quieran mimetizar de alguna manera sobre la tela como sucede en la pintura figurativa; no hay nada, únicamente las latas de pintura, la memoria y aquello que a través de la propia pintura comenzará a hacerse presente: el subconsciente.
¿Qué sucedió en ese momento de decisión de Oleby? Ahora aquí está el mismo cuadro, en esta exposición, con toda esa violencia, experimentación, fuerza y luminosidad: “Sönderstrand”.
Como bien lo ha indicado Javier Maderuelo (2), hacer arte abstracto es más que optar por una estética, es tomar una postura; una postura ante la sociedad y ante el arte mismo. El artista renuncia al mimetismo y opta por expresarse, muy lejos de cualquier atavismo social, político, religioso o estético. ¿Pero qué es lo que expresa? Expresa todo y nada porque se trata de un acto de absoluta libertad, es el acto creativo en escencia: un acto en el que únicamente se encuentran presentes la memoria y el subconsciente. Un acto que en la mente del espectador puede llegar a producir una reflexión sin fin, tal y como sucede al contemplar la serie “Espejos”.
La primera vez que observé la serie “Espejos” vino a mi memoria el esquema que Jaques Lacan solía dibujar con tiza en la pizarra durante sus seminarios cuando abordaba el tema del “estadio del espejo”: una línea vertical que marcaba la mitad de la pizarra para luego escribir “el yo” en un lado y “el otro” en el lado opuesto. A ciencia cierta desconozco si en esta serie de cuadros éste fue el propósito de Oleby; más en todos ellos podemos ver que los trazos y colores de la sección izquierda no son reflejo de la sección derecha; tan sólo hay la similitud explorada en la teoría de Lacan acerca de la angustia: intentamos vernos en el otro, como el otro, dejándonos de ver a nosotros mismos. Pero también “Espejos” es una serie críptica debido a la libertad experimental de Oleby, una serie que yo consideraría más de autorretratos del propio pintor dado que los trazos, colores y espacios aparentemente vacíos parecieran no estar manejados por el conciente, a excepción de esa recurrente línea vertical. Todas las decisiones han sido tomadas por el subconsciente, siguiendo las rigurosas y freudianas ideas del “principio del placer” y del “instinto de muerte”.
Hace ya bastantes años que Oleby dejó de ser el pintor “amateur” y también hace muchos años que dejó de verse en la pintura de Rothko y de Pollock, los dos persistentes fantasmas que comparte con la mayoría de los pintores abstractos españoles. Hace tiempo que Oleby, mediante el estudio del trabajo diario, logró conjugar estas dos propuestas en una sola, la de él mismo. Tanto en la serie “Nocturnos” como en “Horizontes”, se pueden adivinar aún trazas de esta conjugación y algo más importante aún: el dominio del trabajo intuitivo y de la respuesta al accidente. Son impresionantes las calidades tonales de ambas series y las atmósferas creadas, calidades que nos llevan a todo un recorrido por la historia de la pintura; aquí está presente Rembrandt, allá Vermeer, bajo este otro está Monet; todos y ninguno, porque ahora es Oleby quién nos devela la aparición de lo invisible: la expresión de la pintura por sí misma.
En “Laponia” Oleby ha realizado una obra monumental, toda una fiesta para los sentidos, dejando que su subconsciente le “hable” al del espectador. Pienso que Laponia es una de esas obras que, más que pintar, el artista encuentra y marca un antes y un después. Es el placer de la pintura por la pintura, el fin y el principio de todo un trabajo de treinta años que la galería 1dos3 celebra con esta exposición.
Finalmente hay algo que vale mencionar respecto al propio Oleby: además de pintor es un gran coleccionista de arte y por ende es una persona que conoce y está al tanto de las corrientes del mainstream internacional, un mainstream que apenas mira hacia la pintura nuevamente y no precisamente hacia la abstracción. ¿Por qué la insistencia de Oleby en la pintura abstracta? La respuesta es clara: los paradigmas con los que se encontró la recién industrializada sociedad en los albores del siglo XX, momento en el que surgió la pintura abstracta, siguen aún vigentes: seguimos desconociendo como interactuar con la realidad para sentirnos bien. ¿O si no, por qué todas las personas siguen queriendo que seas como ellas son, tal y cómo lo diría Bob Dylan?
Antonio Gritón, artista visual y crítico de arte
Coyoacán (México) – Valle de de Odieta (Navarra), Noviembre de 2006.
Notas: (1) Traducción libre de fragmentos de Maggie’s Farm, Bob Dylan, 1965.
(2) Javier Maderuelo es crítico en el diario El País.
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«Pintura pintada»
Christer Oleby ha encontrado en los Ángeles de S. Rafael ese lugar estratégico en el que aunar descanso y trabajo, cercanía y aislamiento, referencias y soledades. Vive intensamente la vida cultural de Segovia, que compara y valora no sin sorpresa, y ahora incluso ha encontrado la oportunidad para enseñarnos sus pinturas en la Casa de los Picos.
Pero tal vez en Segovia Oleby ha encontrado esa luz transparente que sale de sus pinturas, esa atmósfera limpia que envuelve emociones y recuerdos hasta convertirlos en experiencias universales, compartidas e intensas.
Siempre estuvo interesado por la pintura, como formación y estudio, especialmente centrado en la pintura contemporánea, y como coleccionista tiene una importante colección de pintura española que abarca todas las técnicas y lenguajes, todos los temas e intereses. Siempre le gusta buscar y valorar la pintura por encima de todo. En esas fuentes de conocimiento y de intercambio se alimenta y orienta su actividad creadora. Como necesidad expresiva y como compensación temática.
En la abstracción ha encontrado su lenguaje experiencial y experimental. Sin concesiones a facilidades técnicas ha ido depurando su expresión con rigor, con método, hasta encontrar un estilo preciso y ambicioso.
La pintura abstracta exige condiciones y convicciones tanto para el pintor como para el espectador, ya que por decisión se prescinde de las referencias descriptivas de nuestra vida cotidiana y se construyen representaciones sutiles y complejas que nos invitan a paisajes ambiguos y proyectivos. La pintura de Oleby nos provoca atmósferas inciertas e imprecisas, llenas de nostalgias y emociones profundas. Desde el Romanticismo a las primeras vanguardias expresionistas sería fácil recordar textos en los que nos empeñábamos en dividir el mapa europeo del arte en pasiones y razones, en Báltico y Mediterráneo, en manchas y líneas, en expresiones e impresiones.
La pintura de Oleby viene a ser una síntesis de aquellas polémicas y dualistas concepciones entre el mórbido norte y la ingrávida luz del sur. Se integran la mancha y la línea, la energía y la calma, la visión y la intuición, la profundidad y la transparencia.
Las obras de Oleby se inician con una estructura formal potente, arquitectura de líneas consistentes y decididas que siempre van a subyacer en el fondo del cuadro, como dando artificio y consistencia a la creación pero lejos de la mirada, sin que comprima la percepción ni determine la lectura de la obra. Y sobre ella se va aplicando pintura y frotando los pigmentos hasta revestir la línea con el color e integrar la forma en la marcha. De este modo el color encarna la idea original y la luz provoca desplazamientos en la mirada. No encontramos señales que nos orienten, pero tampoco nos sentimos perdidos. En la pintura de Oleby lo signos de diluyen, pero la luz da sentido y dirección al ojo que busca encontrando emociones contenidas e imágenes fantasiosas. Son pinturas que nos invitan a la contemplación paciente, a la reflexión madura, al diálogo silencioso con esos mundos otros que aún nos quedan por descubrir en cada uno de nosotros.
Nos lo recomienda el pintor: «Mi pintura -nos propone como clave de interpretación- no es para entenderla sino para sentirla».
Los paisajes originales de la idea primitiva de la obra, que casi siempre recuerdan su memoria ancestral nórdica, se licuan en colores armoniosos, en graduaciones equilibradas, en texturas sutiles. Nos llama la atención la serie de pinturas sobre papel que resaltan la carnosidad del color y la porosidad de las emociones.
Es su pretensión, la pintura de Christer Oleby nos inquieta pero sin estridencias, nos atrae sin anularnos, nos sugiere sin ahorrarnos la respuesta.
Y para quienes compartan memoria, encontrarán una amplia posibilidad de referencias y de anclajes de los campos de color de M. Rothko, a la pintura luminosa de Esteban Vicente, a los colores emotivos de J. Guerrero.
Finalmente es de resaltar el cuidadoso montaje de la exposición y el diálogo enriquecedor que surge entre la pintura y el edificio, en el zaguán robado a la calle y en la solemnidad luminosa del patio.
RODRIGO GONZÁLEZ MARTÍN, El Adelantado 22de noviembre de 2010